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ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS
Las cuevas suponen un elemento singular del paisaje subterráneo, donde se aúnan el patrimonio cultural y el natural. En Europa, algunas de estas cavidades fueron decoradas en la Edad de Hielo, y la UNESCO acabó reconociendo su valor patrimonial, por suponer las primeras evidencias artísticas del ser humano. Este reconocimiento especial ha supuesto que se les hayan asignado medidas de protección especiales. En 1985, la cueva de Altamira fue reconocida como “Patrimonio de la Humanidad”, por suponer una “obra excepcional de la creatividad humana” (criterios I y III). En 2008, este reconocimiento fue extendido a otras 17 cavidades del norte de España, incluyendo dentro de esta singular lista a la vizcaína cueva de Santimamiñe, así como a Altxerri y Ekain (Gipuzkoa). En el estado francés, 25 cuevas del valle del Vézère, incluyendo la famosa cueva de Lascaux, forman parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1979. En 2014, se añadió la espectacular cueva de Chauvet (Francia), y en 2016, la cueva de Gorham, situado en el peñón de Gibraltar (Reino Unido). La última incorporación, de 2016, ha incluido al paradigmático conjunto alemán de “el arte y las cuevas de la Edad de Hielo de la Jura de Suabia”.
La costa Cantábrica acoge a una de las mayores concentraciones de cuevas con arte paleolítico del mundo (Bahn, 2016). Según nuestro último listado, a día de hoy se conocen 167 yacimientos decorados, desde la cuenca del río Nalón (en el oeste), hasta el río Urdazuri en el este, acogiendo a las comunidades autónomas de Asturias, Cantabria, Euskadi y Nafarroa. Aun así, hasta 2001, la situación era muy diferente en Euskadi y Nafarroa, ya que tan solo se conocían siete cuevas decoradas (Venta la Perra, Arenaza, Santimamiñe, Goikolau, Ekain, Altxerri y Alkerdi). En la primera década de este nuevo siglo XXI, se produjeron puntuales hallazgos casuales en el marco de las intervenciones arqueológicas que se produjeron en algunas cavidades vascas (Antoliña, El Rincón, Praileaitz y Astigarraga). Sin embargo, desde el descubrimiento de Askondo en el año 2011, el equipo de investigación liderado por Diego Garate, en compañía de los grupos de espeleología (ADES, Felix Ugarte Elkartea, Satorrak) y arqueología (Antxieta Jakintza Taldea), han revolucionado radicalmente el panorama del arte rupestre de Euskal Herria. En total, se ha conseguido cuadruplicar la lista de cuevas decoradas conocidas, y además de algunos conjuntos modestos, por su reducido número de figuras o precario estado de conservación (como Morgota, Ondaro o Agarre), se ha conseguido descubrir también conjuntos pictóricos espectaculares, en un estado de conservación excepcional (Atxurra y Armintxe en Bizkaia, y Aitzbitarte IV en Gipuzkoa) (Garate, 2018) (Figura 1). Además, este equipo de investigación ha conseguido desarrollar un sistema SIG para facilitar y optimizar estas laboras de prospección (Garate et al., 2020b).
En cuanto a la protección de las cuevas decoradas vascas, en las últimas décadas se han monitorizado algunas de ella -Arenaza, Santimamiñe, Armintxe, Altxerri y Ekain- midiendo parámetros como la humedad, temperatura, gas radón, CO2, presión atmosférica, etc. Además, se han realizado otras mediciones y seguimientos puntuales en algunas otras cuevas -Atxurra, Venta la Perra, El Rincón, El Polvorín, Aitzbitarte III, IV, V y IX-. En esta línea, en 2021, el proyecto “Kobabes” estudió tres cuevas (Santimamiñe, Lumentxa y Altxerri), definiendo las dinámicas pasadas y presentes que las afectaron, en aras de obtener mapas de protección de ellas tanto a nivel de “macro” (plantas de las zonas arqueológicas de las mismas) como a nivel “micro” (paneles decorados específicos de cada cueva).

Evolución de la cabra negra de cronología Solutrense de la Cueva de Nerja a lo largo de un ciclo anual, con 9 imágenes colorimétricamente correctas. Se destaca la aparición de cristales de calcita relacionados con la humedad y los cambios de temperatura, los cuales aumentan a lo largo del año hasta que vuelven al punto de partida cercano a su estado original (A. Torres).
Aun así, y como sucede con otros patrimonios culturales, el número de representaciones del arte rupestre vasco es limitado, y se trata de conjuntos de enorme fragilidad (Figura 2). Esta extrema fragilidad, estará en gran medida condicionada por el equilibrio producido entre las características del material que ejerce de soporte a las representaciones y los distintos parámetros medioambientales de las cuevas. Teniendo en cuenta esto, los pigmentos estarían conformados por óxidos de hierro (color rojo), de carbón de madera y óxidos de manganeso (color negro) (Chalmin et al., 2003). Cuando se trata de grabados, las características del material serán las propias del soporte sobre el que se ejecutaron las representaciones. En cuanto a los parámetros medioambientales, el arte rupestre de Euskadi y Bizkaia se haya situado en cavidades endokársticas, esto es, en sitios con una humedad cercana al 100%, una temperatura relativamente constante, y una cantidad de CO2 superior al que se acumula en la naturaleza. En general, se trata de unas condiciones ambientales relativamente extremas, y se estima que un número desconocido de representaciones del paleolítico no han llegado hasta nuestros días por estos motivos de conservación.
Es poco probable que algunas de estas condiciones ambientales cambien con el tiempo (por ejemplo, la humedad suele ser siempre del 100% en las cuevas del País Vasco), mientras que otras condiciones responderán a las condiciones ambientales fuera de la cueva y a la dinámica geológica de la cueva. Dada la dependencia de la protección del arte rupestre de las condiciones ambientales, se han realizado muchos estudios en cuevas que contienen este bien cultural, siempre enfocándose en el monitoreo de las condiciones ambientales (por ejemplo, Dragovich, 1981; Brunet, Vouvé, 1996; Hoyos et al., 1998; Coye, 2011; Sánchez-Moral et al., 2014; Leplat et al., 2020).
Algunos de estos estudios han establecido los límites en el número de visitantes a la cueva y el arte rupestre que conserva con el fin de brindar visitas sostenibles. El caso es que con este tipo de investigaciones se define principalmente el estado actual del arte rupestre, pero no tanto la evolución de las condiciones ambientales a corto-medio plazo. En otras palabras, son eficaces para afrontar una situación momentánea en el momento, pero no tanto para anticipar situaciones que se presentarán en el futuro.

Cueva de Santimamiñe (Kortezubi, Bizkaia), en 1958 y 2021. La duración del caballo Madalena, dibujado en negro, está directamente relacionada con su soporte (un espeleotema que se disuelve en capas), y se puede ver cómo la descamación marcada por 2 manchas blancas se ha producido en los últimos 60 años.
JUSTIFICACION Y OBJETIVOS
El objetivo general de este proyecto es realizar un estudio destinado a proteger el arte rupestre de las cuevas decoradas de la Comunidad Autónoma Vasca, a través de una documentación gráfica en profundidad de algunas imágenes parietales. Para ello, hemos diseñado una metodología útil para comprender la evolución del arte rupestre en cuevas a lo largo de un ciclo anual mediante el uso de tecnologías de vanguardia. Nos anticipamos al uso de tecnologías innovadoras en fotografía digital en particular, actualizando y mejorando el archivo digital actual, que será de utilidad para la conservación, investigación y difusión pública. Para ello, proponemos analizar algunas figuras rupestres de las cuevas de Santimamiñe (Kortezubi, Bizkaia), Lumentxa (Ispaster-Lekeitio, Bizkaia) y Altxerri (Aia, Gipuzkoa), estudiadas en el anterior estudio “Kobabes”, mediante la aplicación de una metodología innovadora. Una vez combinados los resultados de los dos proyectos, esta metodología podría extenderse al resto de cuevas decoradas del País Vasco, asegurando un seguimiento eficaz para su protección.
Teniendo en cuenta lo anterior, para cumplir con el objetivo general y el trabajo a realizar, se han marcado una serie de objetivos específicos (OE), siempre adaptados a la duración del proyecto:
OE1- Documentar fotogramétricamente algunos paneles estudiados en el año anterior (para elaborar la cartografía para su protección) en dos de las tres cuevas seleccionadas (Lumentxa y Santimamiñe) en diferentes estaciones del ciclo anual (fases frías y calientes, fase húmeda y seca, etc.).
OE2- En laboratorio, procesar la documentación obtenida en la cueva, obteniendo réplicas de colores colorimétrica y geométricamente correctas. Esto proporcionaría una réplica realista del panel en cada época específica del año, lo que podría ser útil tanto para la investigación como para la divulgación pública.
OE3- Comparar las réplicas obtenidas analizando la evolución cíclica de las pinturas rupestres (midiendo la colorimetría) y la evolución de la pared (condensaciones, reproducción de hongos o bacterias, microdestrucciones, etc.). Comparar los resultados observados con los obtenidos en el proyecto “Kobabes”, diseñando un protocolo de protección que será aplicable al resto de cuevas del País Vasco.